LOS "TIRABOLEIROS" COMPOSTELANOS
¿Quién, habiendo
llegado a Santiago y tras asistir a la Eucaristía en la catedral, no ha
contemplado con cierta admiración el vaivén del botafumeiro? Y si ha sido así ¿quién
no se ha quedado boquiabierto viendo a un hombrecillo “abrazándose” al enorme
incensario para detenerle con total precisión?
Ese
hombrecillo era Armando Raposo, fallecido hace unos días a los 83 años y quien
durante las últimas cuatro décadas fue jefe
del grupo de los ocho tiraboleiros que se encargan de tirar de las cuerdas que
hacen subir y moverse como un péndulo el gran incensario de la iglesia
compostelana. Comenzó a trabajar en la catedral
para la apertura de la Puerta Santa. En el templo compostelano hizo
prácticamente de todo hasta que entró, en 1950, a formar parte del equipo de
tiraboleiros. Posteriormente, desde 1964 hasta hace un par de año, fue el
encargado de dirigir el movimiento del botafumeiro. "Es muy importante
tanto la fuerza como la coordinación de los tiradores", decía a menudo
Armando, a quien le gustaba comparar su trabajo con el de "un capitán que tiene
que dirigir a sus soldados para que todos caminen en la misma dirección".
Botafumeiro y tiraboleiro son dos nombres inseparables. Aunque algunos han visto en el origen de
la palabra “tiraboleiro” una alusión a los nudos de las cuerdas de las que
tiran los encargados de mover el botafumeiro, otros sostienen que “es una
palabra degradada que viene del latín turibulum magnum, que significa gran
incensario”.
Los
tiraboleiros, que desempeñan además otras tareas en la sacristía o en el museo
catedralicio, tienen edades comprendidas entre los 25 y los 60 años, y la
mayoría son veteranos en estas lides. El responsable de la “maniobra aérea” conoce
todos los pormenores de un rito único en el mundo. El botafumeiro pesa 60
kilos, por lo que exige a los tiraboleiros un gran esfuerzo y coordinación.
Para ponerlo en movimiento se necesitan a los ocho hombres que lo traen de la biblioteca cargado de incienso y carbón. Tras atarlo a la maroma que pende frente al altar mayor con tres gruesos nudos, lo bombean tirando con fuerza y precisión cuando se halla en el punto más bajo de su recorrido. De esta forma el botafumeiro alcanza en sólo minuto y medio una velocidad de 68 kilómetros por hora y llega a formar un ángulo de 82 grados sobre la vertical, describiendo un arco de 65 metros de amplitud a lo largo del transepto. Son en total entre 17 y 20 ciclos de vaivén que dejan en los espectadores un recuerdo para toda la vida. La cuerda que lo suspende es en la actualidad de material sintético, mide 65 metros, tiene 5 cm de diámetro y pesa 90 kg. Anteriormente las cuerdas se hacían de cáñamo o de esparto.
Para más información en los siguientes enlaces:
http://www.larazon.es/detalle_hemeroteca/noticias/LA_RAZON_340673/8862-los-senores-del-incienso#.U1Jljfl_vDU
http://mas.laopinioncoruna.es/suplementos/2010/03/28/tiraboleiros/
http://www.larazon.es/detalle_hemeroteca/noticias/LA_RAZON_340673/8862-los-senores-del-incienso#.U1Jljfl_vDU
http://mas.laopinioncoruna.es/suplementos/2010/03/28/tiraboleiros/
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