¿QUÉ MOTIVOS MUEVEN A LOS PEREGRINOS?
Es una pregunta con
múltiples respuestas, pues cada persona encontrará un motivo diferente y habrá
quien busque una mezcla de varios.
Muchos de los peregrinos reconocen que después de recorrer un trecho de su
vida, cuando la madurez está más que sobrepasada, buscan en este itinerario
mágico, el encuentro consigo mismo y alejar de sí el sentimiento de vacío que
le produce la propia vida. Y así se constata que un número muy elevado de
peregrinos son personas de mediana edad o avanzada. Personas saludables, con
trabajo, familia, sin problemas aparentes que recorren el “camino de las
estrellas” para dejar a un lado lo cotidiano y para descender hasta lo más profundo de su ser.
Necesitan recobrar determinados valores de humanidad, civismo y amor entre las
personas, buscar la soledad del camino alejando de sí los problemas laborales y
familiares.
El camino, es tortuoso,
lleno de dificultades. Es un remedo de la propia vida. El camino es
comunicación verbal, visual, física, mental, emocional y espiritual; es el
lugar donde los encuentros y las experiencias vividas son irrepetibles e
inolvidables. Cada caminante es portador de valores importantes, cada uno de
ellos busca su propio milagro, por eso peregrinar no es solo caminar y caminar
por tierras desconocidas hacia un santuario, es hacerte mejor cada día que sigues
la senda hacia la tumba del Apóstol.
Después de esta reflexión
nos centramos en las motivaciones de los peregrinos a Santiago. Conviene hacer
referencia a algunos medievalistas, como Honeman (1999) o Plötz (2003), que en
sus estudios jacobeos exponen una serie de motivos que han impulsado durante
centurias a la peregrinación por la ruta jacobea. Destacaba por encima de
todas la motivada por la fe. Es el caso del peregrino que pretende un contacto
físico con las reliquias del apóstol para poder adquirir el perdón de los
pecados y asegurar la salvación o bien una curación de enfermedades.
Igualmente, existían los caminantes que iban hacia Santiago en lugar de otra
persona que debería haber realizado ella misma la peregrinación y prefería
pagar a un peregrino; o bien en cumplimiento de una cláusula testamentaria en
sustitución del difunto que no pudo realizar la peregrinación en vida. Otro
móvil se encontraba en el cumplimiento de promesas o votos. A partir del siglo
XV, con la llegada del humanismo renacentista, nos encontramos con la figura
del peregrino aventurero o peregrino que inicia el recorrido hacia Santiago por
motivos de carácter cultural o por la curiosidad de conocer in situ nuevas
tierras. Y la más llamativa, la denominada peregrinación falsa, la realizada por
vagabundos, maleantes y ladrones. Hubo otras causas ajenas a la voluntad
del peregrino, que fueron las peregrinaciones forzadas a consecuencia de penas
canónicas o civiles.
En la actualidad, tomando como base los datos del
Archivo
de la Real Colegiata de Roncesvalles
donde se hace una breve encuesta a los peregrinos que parten desde ese punto
sobre las motivaciones que le “empujan” a emprender el Camino de Santiago, dan
las siguientes respuestas: “Experiencia personal y vivencial, el arte y la
cultura en el camino, alejarse de la vida cotidiana, hacer actividad física, búsqueda
interior y espiritualidad, reencontrarse con la verdadera solidaridad, relacionarse
con gentes y hacer amigos, aventura, vacaciones
y turismo, reto personal, búsqueda de tranquilidad, por diversión, religioso, competición,
recuperar la voluntad, ganar la Compostela…