Última etapa por el
Camino de Levante. El recorrido ha sido un tanto atípico, pues uno de los
tramos se hizo utilizando un medio de transporte, en este caso, el autobús.
Desde el principio se consideró una distancia bastante elevada para recorrerla
en esta época estival, por lo que la decisión fue la de caminar durante 19 km
alternando con el autobús el trayecto entre la Granja Florencia y Villaralbo,
que por otro lado era el más peligroso al trascurrir todo él por carretera
bastante transitada por vehículos.
Se sale desde
Tordesillas a las 8 de la mañana, iniciando la marcha a las 8,30 en la entrada
al puente de hierro sobre el Duero, en los extrarradios de Toro (media docena
esperaron la incorporación de una pareja que lo hicieron con retraso).
Espectacular el paso a través de esta obra férrea mientras se contemplaba a lo
lejos el perfil de la histórica localidad zamorana en la parte superior del
horizonte. Ya en la orilla izquierda del río, margen por la que se transitará
hasta la misma entrada a Zamora, se tomó un camino a la derecha franqueado por
fértiles tierras de labor gran parte de ellas de regadío.
El grupo de 45
peregrinos (en esta ocasión algo disminuido al coincidir con otras actividades)
sale compacto aunque por muy pocos minutos, pues los andarines de siempre se
lanzaron campo abierto como si de una competición se tratara. Los demás
pusieron un ritmo más pausado. Hoy no
hay temor a perderse, pues la señalética se ha actualizado recientemente, lo
que es de agradecer, evitando las dudas aparecidas en las dos etapas anteriores
y que ya pusimos de manifiesto en las crónicas correspondientes. Parece haber
surtido efecto la llamada de atención desde ACASSE-VA.
Los peregrinos de
cabeza alcanzan el caserío de la Granja Florencia con un anticipo de media hora
larga sobre los últimos en llegar, tiempo que aprovecharon para tomarse las
viandas del avituallamiento. Ahora se produce el desplazamiento, en medio de
locomoción, hasta Villaralbo por la carretera que discurre el camino. En esta
localidad estaba programada la parada habitual para reponer fuerzas. Así lo
hizo un grupo mientras el resto retomó la marcha de inmediato. Los 5 kilómetros
largos que la separan de Zamora es un trayecto infernal. Todo se realiza por
carretera sin arcén y con un tránsito de vehículos considerable. Esto conlleva
el tener que transitar en hilera de a uno, con chalecos reflectantes y siempre
pendientes de evitar el peligro.
Hasta Toro, en etapas recientes,
llamamos la atención sobre la pobreza de la señalética. Ahora lo hacemos sobre
el itinerario. Es difícil y desagradable tener que desplazarse durante más de
20 kilómetros pisando asfalto y corriendo un riesgo innecesario. Conviene que
los responsables de este ramal busquen una ruta alternativa a la carretera. Los
peregrinos que por aquí se desplacen seguro que se lo agradecerán. De no ser
así, por el Camino del Sureste, a partir de Medina del Campo, disfrutarán de un
camino e instalaciones de primera categoría, además del trato cercano de los
hospitaleros de ACASSE-VA.
Nos situamos de nuevo
en Villaralbo. Atravesado el pueblo por su centro el camino se enfila hacia
Zamora siguiendo la C-605 que nos llevará a la capital pasada una hora. En la conexión con la carretera
de Salamanca y junto al puente de hierro se realiza el reagrupamiento aprovechando
las zonas sombrías de la terraza del restaurante Las Aceñas situado a orillas
del Duero. A pesar del fuerte calor se llega con cierto adelanto y se
aprovechan las instalaciones del citado restaurante para tomar un refrigerio
que reanimó a los caminantes. Una lipotimia afectó a un participante sin más
consecuencias. A partir de aquí, todos en grupo se desplazaron a través de las
calles del casco antiguo hasta la Plaza Mayor de la ciudad de Doña Urraca.
En pleno centro,
abarrotado de gentes al celebrarse el día de San Pedro, fiesta mayor de Zamora,
se contrató el almuerzo. Casa Bernardo fue el lugar elegido para degustar,
entre otras delicias, el arroz a la zamorana. Antes de regresar a casa se
dispuso de tiempo para disfrutar del ambiente festivo en las terrazas, visitar
la Feria de Artesanía y acercarse, quienes lo desearon, a la avenida de las
Tres Cruces, para comprar las ristras de ajos que conforman un espectáculo
único y que dan fama a la “Bien Cercada”. Hablamos de Zamora.
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