miércoles, 24 de julio de 2013


¿QUÉ MOTIVOS MUEVEN A LOS PEREGRINOS?
            Es una pregunta con múltiples respuestas, pues cada persona encontrará un motivo diferente y habrá quien busque  una mezcla de varios. Muchos de los peregrinos reconocen que después de recorrer un trecho de su vida, cuando la madurez está más que sobrepasada, buscan en este itinerario mágico, el encuentro consigo mismo y alejar de sí el sentimiento de vacío que le produce la propia vida. Y así se constata que un número muy elevado de peregrinos son personas de mediana edad o avanzada. Personas saludables, con trabajo, familia, sin problemas aparentes que recorren el “camino de las estrellas” para dejar a un lado lo cotidiano y  para descender hasta lo más profundo de su ser. Necesitan recobrar determinados valores de humanidad, civismo y amor entre las personas, buscar la soledad del camino alejando de sí los problemas laborales y familiares.
            El camino, es tortuoso, lleno de dificultades. Es un remedo de la propia vida. El camino es comunicación verbal, visual, física, mental, emocional y espiritual; es el lugar donde los encuentros y las experiencias vividas son irrepetibles e inolvidables. Cada caminante es portador de valores importantes, cada uno de ellos busca su propio milagro, por eso peregrinar no es solo caminar y caminar por tierras desconocidas hacia un santuario, es hacerte mejor cada día que sigues la senda hacia la tumba del Apóstol.
            Después de esta reflexión nos centramos en las motivaciones de los peregrinos a Santiago. Conviene hacer referencia a algunos medievalistas, como Honeman (1999) o Plötz (2003), que en sus estudios jacobeos exponen una serie de motivos que han impulsado durante centurias a la peregrinación por la ruta jacobea. Destacaba por encima de todas la motivada por la fe. Es el caso del peregrino que pretende un contacto físico con las reliquias del apóstol para poder adquirir el perdón de los pecados y asegurar la salvación o bien una curación de enfermedades. Igualmente, existían los caminantes que iban hacia Santiago en lugar de otra persona que debería haber realizado ella misma la peregrinación y prefería pagar a un peregrino; o bien en cumplimiento de una cláusula testamentaria en sustitución del difunto que no pudo realizar la peregrinación en vida. Otro móvil se encontraba en el cumplimiento de promesas o votos. A partir del siglo XV, con la llegada del humanismo renacentista, nos encontramos con la figura del peregrino aventurero o peregrino que inicia el recorrido hacia Santiago por motivos de carácter cultural o por la curiosidad de conocer in situ nuevas tierras. Y la más llamativa, la denominada peregrinación falsa, la realizada por vagabundos, maleantes y ladrones. Hubo otras causas ajenas a la voluntad del peregrino, que fueron las peregrinaciones forzadas a consecuencia de penas canónicas o civiles.

             En la actualidad, tomando como base los datos  del Archivo de la Real Colegiata de Roncesvalles donde se hace una breve encuesta a los peregrinos que parten desde ese punto sobre las motivaciones que le “empujan” a emprender el Camino de Santiago, dan las siguientes respuestas: “Experiencia personal y vivencial, el arte y la cultura en el camino, alejarse de la vida cotidiana, hacer actividad física, búsqueda interior y espiritualidad, reencontrarse con la verdadera solidaridad, relacionarse con gentes y  hacer amigos, aventura, vacaciones y turismo, reto personal, búsqueda de tranquilidad,  por diversión, religioso, competición, recuperar la voluntad, ganar la Compostela… 

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