lunes, 23 de noviembre de 2015

SOBRE LA PUERTA SANTA
Con motivo del Jubileo de la Misericordia, decretado por el Papa Francisco que se celebrará durante el Año Santo extraordinario y que comenzará el 8 de diciembre de 2.015 concluyendo el 20 de noviembre de 2.016 para celebrar el quincuagésimo aniversario de la clausura del Concilio Vaticano II, se abrirá la Puerta Santa de la catedral de Santiago el domingo 13 de diciembre.
Por su interés trascribimos parte del trabajo documental del historiador y periodista Antón Pombo Rodríguez titulado “Ritual de los peregrinos en la catedral a través de los tiempos” y que se refiere a la Puerta Santa:
También llamada de los Perdones, en el sentido de que tras la peregrinación debían dejarse atrás los pecados y entrar al templo para obtener la gracia por medio de la práctica sacramental y las indulgencias, la Puerta Santa, al menos en el siglo XVI,  era un acceso recogido y discreto, al que se llegaba a través del cementerio de la Quintana de Mortos. Con la reforma barroca del siglo XVII, más atenta al urbanismo y al efecto decorativo que a cuidar los aspectos simbólicos, adquiere un carácter triunfal, de bienvenida y premio, perdiendo gran parte de su significación como "porta caelum". Para conocer el estilo de las puertas de perdonanza medievales habremos de dirigirnos a la iglesia de Santiago de Villafranca del Bierzo o a la colegiata de San Isidoro de León.
En el banco de piedra existente entre la puerta exterior, en el muro que delimita regularmente la Quintana, y la interior, por la que se entra a la girola de la basílica medieval, a mediados del siglo XIX se situaba un coro de cinco ciegos para cantar sus romances sobre el apóstol.  Ellos iniciaban al peregrino menos instruido en las leyendas y tradiciones de Santiago, pero la concurrencia desapareció, como un síntoma más de la decadencia, tras el año santo de 1886.
Entre las modificaciones introducidas en la Puerta Santa, que afortunadamente se vio libre de la reforma neoclásica proyectada en 1794 por Melchor de Prado y Mariño, se cuenta la sustitución de cinco cabezas de profetas en 1857, encargo realizado a Bentura da Fonte,  y la sucesiva adaptación del ritual de apertura a la doctrina eclesial. Durante el siglo XX, en plena efervescencia del primer Xacobeo (1993), el cabildo encarga al escultor Leiro una hoja de madera, decorada con el tema de la Traslación del apóstol en la barca, para colocar por la parte interior en los años ordinarios…

El rito de tránsito, común al de otras tantas iglesias, pasa por mojar los dedos en alguna de las dos pilas de agua bendita que flanquean la puerta en su cara interior y, tras haberlos pasado por las cruces inscritas en el intradós y las jambas, santiguarse al entrar. Con ello se materializaba la entrada en el espacio sagrado por antonomasia del Camino, la catedral que acoge la tumba del apóstol y en la que está la razón de ser del viaje. Esta costumbre, aún practicada por las personas mayores de la ciudad y su entorno, se está perdiendo entre los peregrinos y turistas. 
En el presente la Puerta Santa se ha convertido en el gran cuello de embudo por el que pasa toda la corriente peregrinatoria y turística, y el simbolismo de las antiguas estrecheces ha evolucionado hacia el fundado en la paciencia, como suprema virtud, para los que deseen acceder a la Gloria. Ahora la penitencia no está marcada por el simbolismo de la angostura, sino por las interminables esperas al sol o bajo la lluvia. 
Pero muchos de los que aguardan estoicamente, en su ingenuidad lo dan por bueno, pues están firmemente persuadidos, como ya les acontecía a sus antepasados ("aún no pasé la Puerta Santa"), de que si no cruzan la puerta no ganarán las gracias jubileo, siendo hoy también creencia extendida que basta con este rito para conseguirlas. Por otra parte, y a pesar del mimetismo, cada vez son más los peregrinos que rechazan cualquier posibilidad de ser perdonados por una instancia moral superior, y huérfanos del estado de culpa se encaminan directamente, como dándose un premio, a la puerta de la Gloria”.

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