El día 16 de abril un peregrino transitaba por estas tierras del Camino del Sureste. Era Jose Ignacio Beneito, un personaje de "tomo y lomo" que se cruzó en nuestro tiempo y que lo dimos a conocer en otra parte de este blog. Una vez finalizada la proeza de salir desde Alicante, llegar a Santiago y volver, también a pie, hasta Jaca, cuenta sus vivencias de forma sucinta. Y esto es lo que dice sobre su paso por nuestra provincia vallisoletana:
"Lo mismo ocurre al día siguiente cuando como en Medina del Campo en el seminario menor donde el padre superior, de lo más atento, me convida a comer con los seminaristas y posteriormente permite que el cocinero, antiguo legionario, me acompañe a la salida de la ciudad para no tener despistes, siguiendo camino hasta Rueda en donde llegué al caer de la tarde. Cenando pude probar y catar “el verdejo”: gran duende del que me hice buen amigo inmediatamente y me acompañó en un sueño plácido y reconfortante.
La salida de Rueda por una senda cruzando ganaderías bravas, extensos campos de alfalfa y pasando próximo a inmensas granjas abandonadas llego a la vista de Tordesillas. Y digo a la vista porque para llegar a la ciudad hube de dar un gran rodeo para salvar la “A-VI”: la experiencia fue desesperante. La ciudad apenas se desperezaba a primera hora de la mañana y todo estaba cerrado. Pude encontrar un lugar donde desayunar y continuar por un polígono industrial en creación que añadía “calor y sol” al caminar. Poco antes de llegar a Vega, sudando como … ¡yo qué se!, un todo terreno para a mi lado y me preguntan sus ocupantes si soy un peregrino. Ganas me dieron de darles a comer un poco de mi bastón. Reímos. Resultaron ser de la Asociación del Camino de Valladolid que andaban repintando las flechas. Departimos un buen rato en un hotel próximo alrededor de sendas cervezas espumosas y frescas que reconfortaron de los calores pasados en el camino. Entre ellos estaba Rebeca, alma del camino en la zona vallisoletana. Ya Maite, en Yecla, me había hablado de ella: se había quedado corta. Su personalidad es inmensa y parece un terremoto. Quedamos en vernos en Mota del Marqués, por vivir ella allí y yo tener previsto llegar a dormir. Nos vimos por la tarde y después de misa asistimos a un concierto de la coral de instituto vallisoletano “Núñez de Arce” que había cantado en Jaca en el 2006: la directora, gentilmente, me regaló una partitura para poder cantarla en el Orfeón Jacetano. Una tarde cultural muy interesante.
Al día siguiente, por Villardefrades y San Pedro de Latarce me llego a Villalpando. Fácil de decir; total 14 palabras pero la realidad fue otra. Soledad por un gran bosque predominando la carrasca, roble, animales y soledad, mucha soledad. Tan es así que el teléfono, colocado en la seta de la mochila, se conectó varias veces por haber perdido la cobertura. Me iba diciendo: nene, como te de un “sopisma” te encuentran “antiyer”. En Villalpando recibo la visita de un muy buen amigo, casi hermano, Rafael que con su mujer Maribel y una amiga, Maria Antonia, regresan de pasar el fin de semana en Vicedo, Lugo. Mucha alegría y paz me dan con sus palabras y presencia".
Hasta aquí la narración del peregrino. Sabemos que le ha ido todo muy bien y que llegó a su casa de Jaca sano y salvo. Que el apóstol le conserve esa fuerza física y mental. ¡Ultreia, Jose Ignacio!
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