PEREGRINANDO ENTRE O CEBREIRO Y SARRIA
“En el Poio, a 1330 mts. comienza un interminable descenso. Esta bajada no nos llevará como Dante al infierno sino al verdor infinito, a las aldeas recogidas, a la fertilidad y a los riachuelos, a las vacas y los gallineros: un descenso al paraíso. Los caminos del descenso son empedrados, curvos, embarrados, peligrosos, sucios, entre muros de piedra, cruzando aldeas, abiertos o recogidos, luminosos y sombríos, un descenso maravilloso e interminable entre robles, castaños, aldeas, prados y monte bajo. El hombre y la naturaleza se integran orgánicamente, de forma indistinguible”…Esta realidad y otras experiencias son las que han vivido y emocionado a los 45 peregrinos, pertenecientes a ACASSE-VA, en sus andanzas por tierras gallegas de la provincia de Lugo siguiendo el Camino Francés. El sábado, día 26, tomaron el autobús a las 7 de la mañana y los dejó en el poblado de O Cebreiro dos largas horas después siendo recibidos con una suave lluvia que deslució la fotografía “familiar”. En la iglesia de Santa María sellaron las credenciales y contemplaron el bordón que en el mes de junio, hará un año, partió desde Alicante en la actividad “La unión de Asociaciones hace camino” hasta llegar a Astorga y desde aquí al Cebreiro (ACASSE-VA lo transportó desde Medina del Campo hasta Alija del Infantado en seis etapas). Un liviano tentempié dio paso a la etapa hacia Triacastela de 21 km de distancia. Por estas tierras altas se nota el tiempo fresco que les acompañó hasta el final, lo que fue de agradecer en este duro recorrido. Alternando subidas y bajadas pasaron por Liñares, el alto de San Roque (un tremendo chaparrón acompañado de fortísimo viento dificultó el paso por este emblemático lugar), Hospital da Condesa, Padornelo, para, tras una empinada y temerosa cuesta coronar jadeantes y sudorosos el alto del Poio, Es el punto previsto para el avituallamiento, en esta ocasión algo más fuerte de lo habitual, ya que coincide con la hora del mediodía. Las primeras unidades prefirieron continuar su marcha para evitar el caminar durante la tarde e intentar, en lo posible, librarse de los aguaceros que con cierta frecuencia obligaban a utilizar los chubasqueros. Los siguientes 5 km se realizan casi llaneando por un andadero paralelo a la carretera LU-633 hasta la aldea de Biduedo perteneciente al Concello de Triacastela. En la mente de todos los peregrinos está el rápido y pronunciado descenso hacia el poblado que se divisa al fondo del valle del río Oribio y que corresponde al final de la etapa. Restan 6,8 km para llegar a Triacastela y las rodillas avisan de la dureza de la bajada. Por esta zona el grupo se fraccionó perdiéndose entre la gran cantidad de peregrinos, sobre todo extranjeros, quese dirigían a Santiago como si de una romería se tratara. A media tarde el albergue Complexo Xacobeo recibía al último grupillo formado por 8 unidades. Las instalaciones y servicios (incluida cena y desayuno) ofrecidos por los hermanos Eva y Ángel fueron de alabar. Se completó esta primera jornada con la asistencia de cuantos quisieron a la singular misa internacional del peregrino oficiada por el párroco. Durante la cena se entonó el “cumpleaños feliz” dedicado a Isabel Casado quien invitó a licor casero y pastas de Tordesillas. ACASSE-VA le obsequió con un sencillo detalle.
La etapa dominical les llevó hasta Sarria por el tramo de San Xil (18 km), más corto que el de Samos, pero mucho más duro. Hay cinco caminantes que prefieren realizar la segunda parte del recorrido y así evitar los 6 kilómetros de cuestas que se avecinan. El día se ofrece propicio para caminar y la lluvia no hizo acto de presencia. Desayuno completo y directamente al camino, totalmente sombrío por la frondosidad del arbolado, pasando por A Balsa, Fonte de Lameiros, San Xil hasta el alto de Riocabo. Aquí se inicia el tramo más bonito de la etapa con pasillos cerrados de castaños, robles y abedules que les escoltaron hasta la aldea de Fontearcuda. Se han solventado los primeros 8,5 km, justamente la mitad del recorrido. Ahora, por asfalto, llegan a Furela, donde el bosque tupido da paso a los prados en los que pastan las “rubias gallegas”, las vacas de color canela tan apreciadas por su carne y que dan un toque de colorido en el inmenso mar de verde y flores que les acompaña desde el Cebreiro. La localidad de Pintín, a 6 km de Sarria se eligió como parada “oficial” para reponer fuerzas. En la terraza soleada de su bar-restaurante y en torno a la tortilla, el chorizo y la cerveza se relajaron los músculos, ya maltrechos por el esfuerzo, mientras se comentaban las anécdotas y la exhuberante belleza de estos parajes. Desde aquí, por continuos toboganes, avanzan a buen ritmo a través del andadero que continúa abrazando a la carretera y dejando atrás Calvor, Aguiada, San Mamede, Ferreiros y Mendros. En torno a la 1 del mediodía entraba en Sarria el pelotón de cola. Ahora es tiempo para el sellado de credenciales y compras de productos típicos de la zona con los que obsequiar a los que quedaron en casa. La comida se había programado en la villa de Samos. El amplísimo comedor y el magnífico servicio ofrecido por el hotel A Veiga fue reconocido por los comensales. Se notaba en el ambiente que todo había transcurrido en perfecta camaradería. El café, el chupito de aguardiente gallega y los cánticos les acercaron a la hora de la visita al monasteriobenedictino de Samos. La amena y erudita explicación del monje-guía gustó sobremanera a los peregrinos vallisoletanos. Iniciaron el regreso a las 6 de la tarde. La pericia al volante de Damián, conductor de la empresa Pescador, solventó los 50 km de curvas y contracurvas, de subidas y bajadas, hasta el empalme con la autovía en Pedrafita, sin que casi se enteraran los viajeros. A las 10 de la noche arribaron a sus hogares, no sin antes felicitar a Alberto en el día de su cumpleaños.
La etapa dominical les llevó hasta Sarria por el tramo de San Xil (18 km), más corto que el de Samos, pero mucho más duro. Hay cinco caminantes que prefieren realizar la segunda parte del recorrido y así evitar los 6 kilómetros de cuestas que se avecinan. El día se ofrece propicio para caminar y la lluvia no hizo acto de presencia. Desayuno completo y directamente al camino, totalmente sombrío por la frondosidad del arbolado, pasando por A Balsa, Fonte de Lameiros, San Xil hasta el alto de Riocabo. Aquí se inicia el tramo más bonito de la etapa con pasillos cerrados de castaños, robles y abedules que les escoltaron hasta la aldea de Fontearcuda. Se han solventado los primeros 8,5 km, justamente la mitad del recorrido. Ahora, por asfalto, llegan a Furela, donde el bosque tupido da paso a los prados en los que pastan las “rubias gallegas”, las vacas de color canela tan apreciadas por su carne y que dan un toque de colorido en el inmenso mar de verde y flores que les acompaña desde el Cebreiro. La localidad de Pintín, a 6 km de Sarria se eligió como parada “oficial” para reponer fuerzas. En la terraza soleada de su bar-restaurante y en torno a la tortilla, el chorizo y la cerveza se relajaron los músculos, ya maltrechos por el esfuerzo, mientras se comentaban las anécdotas y la exhuberante belleza de estos parajes. Desde aquí, por continuos toboganes, avanzan a buen ritmo a través del andadero que continúa abrazando a la carretera y dejando atrás Calvor, Aguiada, San Mamede, Ferreiros y Mendros. En torno a la 1 del mediodía entraba en Sarria el pelotón de cola. Ahora es tiempo para el sellado de credenciales y compras de productos típicos de la zona con los que obsequiar a los que quedaron en casa. La comida se había programado en la villa de Samos. El amplísimo comedor y el magnífico servicio ofrecido por el hotel A Veiga fue reconocido por los comensales. Se notaba en el ambiente que todo había transcurrido en perfecta camaradería. El café, el chupito de aguardiente gallega y los cánticos les acercaron a la hora de la visita al monasteriobenedictino de Samos. La amena y erudita explicación del monje-guía gustó sobremanera a los peregrinos vallisoletanos. Iniciaron el regreso a las 6 de la tarde. La pericia al volante de Damián, conductor de la empresa Pescador, solventó los 50 km de curvas y contracurvas, de subidas y bajadas, hasta el empalme con la autovía en Pedrafita, sin que casi se enteraran los viajeros. A las 10 de la noche arribaron a sus hogares, no sin antes felicitar a Alberto en el día de su cumpleaños.
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